Se escucha a veces (incluso lo hemos visto alguna vez) que
personas que se encuentran en el cara a cara ante un cliente actúan respondiendo
con mentiras o falsas promesas con el objetivo de cerrar una
venta o conseguir el cliente.
Dichas mentiras o falsas promesas pueden ir desde ofrecer precios
o plazos de entrega imposibles hasta
garantizar la idoneidad de un producto sabiendo que no va a funcionar correctamente.
Con esas premisas, yo ya estoy en disposición de contestar a
la pregunta del post:
¿Sirve de algo mentir o prometer algo que no se puede
cumplir a la hora de vender?
La respuesta es sí. Principalmente sirve para dos cosas:
1. Sirve para crear un problema con el cliente cuando no se
cumplan las expectativas creadas. Eso implicará que aparte de perder al
cliente, habremos actuado de manera poco o nada profesional, estaremos
contribuyendo a deteriorar la imagen de nuestra empresa y la nuestra propia (no
solo perdemos un cliente sino que se puede extender a otros a los que les pueda
llegar nuestra forma de actuar) y por supuesto implicará perder el tiempo (dar
explicaciones a posteriori, etc.) y crear malestar.
2. Además, sirve para crear un problema interno en la empresa
ya que lo “prometido” al cliente se traslada luego a nuestros compañeros (producción,
logística, departamento técnico, postventa…) y aparecen las respuestas inevitables ante promesas imposibles: no se
puede, no va a funcionar, etc. Esto ocasiona pérdida de tiempo interno y
pérdida de credibilidad.
La cuestión es, ¿nos gustaría a nosotros que nos hicieran
falsas promesas? Entonces, tampoco lo hagamos nosotros, por favor. Nosotros somos profesionales y nuestros
clientes también, no nos olvidemos.
Por tanto, seamos profesionales e inteligentes y ante una
dificultad con un cliente, busquemos alternativas u opciones reales y factibles
que puedan interesarle en vez de tirarnos a la piscina sin ver si hay agua:
pensar estratégicamente y ofrecer soluciones que podamos cumplir.