sábado, 12 de diciembre de 2015

¿Mejoran los resultados de la empresa si los trabajadores están felices?


Después de un  poco de tiempo sin escribir (viajes, fiestas, negociaciones externas e internas, etc.) retomo hoy mi blog con algo que aunque es de Perogrullo y que todos sabemos y conocemos a la perfección, conviene recordarlo todos los días para no equivocarse…

Yo siempre he creído firmemente en el lema:

empleados contentos = mejores resultados = empresarios contentos

Esto es en general, si lo aplicamos a los departamentos comerciales:

empleados contentos = más ventas, más rentabilidad, mejores negociaciones, más clientes = empresarios contentos

Qué fácil y que evidente… ¿o no?
 

Hay incluso estudios que dicen que a más felicidad, menos absentismo laboral y que por tanto, una posible forma de medir la “felicidad” de los trabajadores puede ser analizar el nivel de absentismo.

En definitiva, lo que sí he podido comprobar por mi mismo es que los empleados contentos consiguen mantener clientes satisfechos, ya que el positivismo y mejor atención al cliente que ofrece un empleado contento se transmite al cliente aunque sea de forma indirecta.

Tener un trabajador contento es tener un trabajador productivo, que es lo realmente importante para una empresa y para el mismo trabajador. ¿Y cómo se consigue esto?

Se consigue fomentando el sentimiento de pertenencia a la empresa, mostrando confianza en el trabajador, valorando los éxitos que obtenga por parte de sus superiores (a ser posible en público) y también informando sobre los puntos de mejora en los que debe trabajar y hablando de los errores (a ser posible en privado), fomentando el trabajo en equipo, la flexibilidad, la conciliación familiar y laboral, el compromiso… vamos, lo que se llama crear un buen clima laboral.

 Para lograr esto, es obligatorio que los jefes tengan una buena capacidad de liderazgo, ya que ellos son los responsables directos de que el trabajador se sienta cómodo y satisfecho.

Un jefe que chille, trate de imponer su criterio, no delegue, no muestre confianza y sobre todo que no valore y escuche a su equipo,  está condenado al fracaso: eso se trasladará a los empleados y tendremos por tanto unos resultados peores.

Así pues, aunque esto es muy evidente y todo el mundo al leerlo dirá “no hacía falta este artículo: ya lo sabía” no está de más que pensemos un poquito para evitar errores en el futuro y logremos que nuestros trabajadores digan con orgullo: me gusta mi trabajo y me siento parte de mi empresa.

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