En los departamentos comerciales de manera habitual se suele
hablar de objetivos, cifras de ventas, márgenes de beneficio, nuevos clientes, etc.
Y eso está bien, es lo normal.
Todo esto suele ser motivador (o al menos, debe ser
motivador) para la empresa y para el equipo comercial en general y para el
comercial en particular.
Pero, hay otra motivación personal, que nos tiene que
generar una motivación igual de satisfactoria o incluso mayor: la satisfacción
de ver a un cliente contento.
Y es que, al menos para mí, no hay mayor motivación que el
poder ver y constatar que un cliente ha mejorado o ha solucionado algún
problema gracias a nuestra acción, a nuestro consejo y a la solución aportada.
Es muy reconfortante cuando visitas a ese cliente y te
explica lo bien que les ha servido tu consejo y lo satisfecho que está con tu
trabajo, con tu asesoramiento, con tu implicación en su proyecto y en su
empresa.
Esta motivación externa no suele servir para casi nada
dentro de nuestra propia empresa, ya que no se observa la mayoría de las veces:
es algo entre uno mismo y sus clientes, pero esa sensación que nos llevamos de
alegría, ilusión y de haber sido capaces de “ayudar” a nuestro cliente, el cual
nos lo reconoce, es más que suficiente para que nos vayamos a dormir tranquilos
y con la seguridad de que estamos haciendo las cosas bien, de que somos buenos
profesionales.
A veces, los clientes actúan por tanto como los principales
motivadores de los comerciales, por encima incluso de la propia empresa. Esto
ni es malo ni es bueno: simplemente es así. Por lo tanto, cuando estés bajo de
moral o tengas un mal día, acuérdate de tus clientes y de su reconocimiento y recuerda
lo buen profesional que eres y el buen trabajo que haces.
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