Llega el fin de año y los departamentos comerciales se
convierten en los minutos finales de un
partido de fútbol igualado: ya no hay fútbol, solo estrategias y muchas veces
equivocadas.
En un partido, el equipo que va ganando comienza a perder
tiempo deliberadamente: saca con mucha tranquilidad las faltas y los saques de
banda, hace cambios en los que el jugador que se va se retira muy despacio
(cuando hace un minuto corría como si no hubiera un mañana...), etc.
El que va perdiendo hace lo contrario: todo son prisas: se
acaba el pensar y todo es precipitación, caras desencajadas… mucho sufrimiento.
No, esto no es un
blog de fútbol… pero, ¿a qué viene esto entonces?
Viene a que hay dos posibilidades de actuación erróneas al
final de partido (del año) en los departamento comerciales: el que va a alcanzar los objetivos de venta y el
que no.
Error A. Los que van bien. El error es que se empieza ya a
pensar (demasiado a veces) cosas como “mejor ya dejar esos pedidos para el año
que viene, así empezamos bien el año próximo y vivimos tranquilos en
enero…” y se comienza a actuar con
lentitud, (como en el fútbol, el equipo que va ganando): “esto ya mejor te lo
entregamos en enero”, Fulano: te han llamado de la empresa X, quieren pasarte
un pedido. Respuesta: Vale, ya le llamaré (a ver si hay suerte y ya entra en el
año que viene”, etc.
Error B. Los que van mal. Todo lo contrario:” vamos fatal,
hay que vender en este mes lo que no hemos hecho en todo el año”. Comienza la
rapidez, bajadas de precio, compromisos con el cliente que no se van a poder
cumplir, rentabilidad por los suelos, visitas y llamadas a la desesperada…
Graves errores ambos.
El caso B es evidente: no se hace en un mes lo que no se ha
logrado en once: la precipitación nunca es buena.
El caso A es igual de peligroso, aunque muchos pensarán: si
ya he cumplido los objetivos, ¿por qué no tratar de retrasar alguna cosilla
para el año que viene?
Porque a lo mejor, el cliente no quiere o puede esperar o la
competencia aprovecha nuestro “poco interés” para llevarse el pedido o el
cliente (igual ellos están más necesitados…) y luego en enero llegan las
sorpresas desagradables o incluso nos podemos encontrar en enero con un cuello
de botella con muchos pedidos que no podemos suministrar en plazo, etc.
Olvidémonos por tanto de esas actitudes ya que lo mejor es
trabajar igual que el resto del año.
Ya pero, ¿y la presión de la empresa? La empresa y la dirección
es la primera que tiene que tener
cabeza: no analizar sólo lo que hemos vendido en un año natural, sino también revisar
las ventas de los últimos doce meses: de enero a enero, de febrero a febrero,
de marzo a marzo y así sucesivamente. Con ese análisis se ve la tendencia y
evolución de las ventas y se puede sacar una gráfica que nos sirve para hacer
un análisis interanual de mucho valor que nos ayuda a ver qué va a pasar en los
próximos meses (previsión) ya que la diferencia con el fútbol es que un partido
se acaba cuando pita el árbitro pero la empresa no se termina el 31 de
diciembre, ¿verdad?
Por lo tanto, yo creo que debemos trabajar igual de bien y
con la misma profesionalidad en diciembre que el resto del año: será mejor para
nosotros, para la empresa y para nuestros clientes.